Las entrevistas virtuales como herramienta de acceso a la justicia en tiempos de pandemia
Se trata de un resumen de las conclusiones arribadas de una investigación, realizada desde las percepciones recabadas por medio de entrevistas a personas que vivieron la experiencia de Entrevista Virtual (EV) frente la demanda del servicio de justicia y que fueron derivadas para la intervención interdisciplinaria a ETIRC –Equipo Técnico de Intervención en Regímenes Comunicacionales– durante la pandemia en el lapso de tiempo comprendido entre junio de 2020 a marzo de 2021.
Desde las voces de les protagonistas se pretende dar a conocer lo que piensan y sienten las personas entrevistadas por este método desde sus propios relatos, lecturas y perspectivas, permitiendo abrir así otras dimensiones de análisis de las prácticas periciales virtuales más allá de las interpretaciones que cada profesional pueda realizar.
El propósito es analizar las representaciones que surgen con relación a las EV como posibilidad de acceso a la justicia y generar caminos de diálogo, reflexiones y debate de esta modalidad de entrevista, que se fue incluyendo como práctica en el campo socio-jurídico de intervención durante la pandemia sin ser explorada aún.
Introducción
El contexto institucional de nuestro trabajo es el campo de la Administración de Justicia, que ha sido siempre terreno casi exclusivo de los profesionales del Derecho. En los últimos años se produjeron modificaciones en las prácticas jurídicas donde la labor Pericial constituye un espacio del ejercicio de diversas profesiones de valor complementario al quehacer jurídico integral.
La pandemia como hecho inédito e inesperado impactó en los modos de abordajes periciales hacia las familias que demandan la intervención judicial en procesos comunicacionales en los que se producen interrupciones vinculares, obstaculizaciones, distanciamientos o cese de relaciones familiares.
La normativa que forma parte del derecho a la comunicación permite el contacto y comunicación permanente entre madres, padres e hijes para favorecer el desarrollo integral de les niñes y adolescentes, así como la consolidación de la relación paterno/materno-filial, sin quedar limitado a la contingencia de les referentes adultes. Esto apunta a la continuidad, fortalecimiento y desarrollo del vínculo afectivo con los referentes parentales. Implica estar, supervisar, compartir, responsabilizarse. (Enrich Balada 2011)
Estos procesos comunicacionales se gestan en la intimidad de las familias y sus entornos, tanto antes como después de que se produzcan rupturas en las relaciones vinculares entre les adultes. En el ámbito judicial se debaten los casos de parejas separadas o divorciadas que no han logrado en la intimidad construir nuevas formas de relaciones para compartir de modo equilibrado las tareas de cuidados parentales por las dificultades de les progenitores que recurren a la justicia en busca de ordenamientos.
A partir de allí se depositan en la intervención socio-psico-jurídica y en sus operadores expectativas de resolución de conflictos en regímenes comunicacionales parento/materno-filiales. Estas problemáticas han requerido distintos modos de abordaje a lo largo del tiempo, con diversas respuestas ofrecidas desde distintos fueros, donde aparece el de familia con mayor intervención, desde lo Penal trabajan entre otros casos impedimentos de contacto, o desde Niñez Juventud o Violencia Familiar que también cruzan la problemática.
Las familias han experimentado cambios que se perciben sin precedentes, reformulando su contenido y significación para la sociedad, en la construcción de los vínculos afectivos y las cuestiones de género, ya nadie es como antes, las familias y las relaciones que se generan en ellas tampoco. En pandemia, conciliar la vida con lazos familiares siempre presentes se ha manifestado como dificultad muy significativa, imponiendo nuevos métodos y junto a dichas transformaciones convoca la necesidad de revisar los abordajes y conceptualizaciones donde se redefinen los espacios familiares, las formas de interacción con el entorno, los procesos comunicacionales y nuestras propias prácticas y condición profesional y humana integrada a la misma crisis.
En este hoy resulta impostergable analizar estas nuevas formas posibles de acercarse a las realidades familiares que se abordan en el espacio jurídico a través de las EV, y desde las perspectivas de las personas frente a esta única alternativa de intervención por momentos y aún indefinido en su trayecto temporal que se combina incómoda con la presencialidad.
Es preciso indagar y conocer si este método, inexplorado en el campo jurídico, es una modalidad aceptada y qué impacto tiene esta nueva lógica de intervención en las personas, en su calidad de seres hablantes. Conocer y comprender el significado que le otorgan a esta novedad virtual, cómo la experimentan y acogen sin renunciar a poner palabras y afrontar miedos, angustias, duelos, alegría y posibles encuentros a través de la intervención de ETIRC. Es preciso conocer si la registran como una forma viable de acceso a la justicia.
Resulta impostergable analizar estas nuevas formas posibles de acercarse a las realidades familiares que se abordan en el espacio jurídico a través de las entrevistas virtuales, y desde las perspectivas de las personas frente a esta única alternativa de intervención.
Consideraciones metodológicas
Este trabajo está basado en las conclusiones de un estudio de análisis fenomenológico e interpretación de los datos (AFI) de una investigación cualitativa realizada para la especialidad de Psicología Jurídica, con el objeto de comprender la vivencia, entendimiento y significado que le otorgaron las personas a su experiencia a las entrevistas virtuales realizadas en el contexto de pandemia, como única alternativa de abordaje del ETIRC en ese momento.
Para estudiar este fenómeno como instrumento de relevamiento de datos, se administraron entrevistas semiestructuradas mediante una serie de preguntas abiertas, exploratorias y flexibles a una muestra aleatoria de les referentes parentales y familiares adultes de las familias intervenidas en las causas de Familia derivadas a ETIRC. Ello permitió una elaboración detallada y profunda desde las descripciones que los entrevistados realizaron de su propia vivencia personal, experiencia y significación otorgada a las entrevistas virtuales y conocer así las percepciones/representaciones con un procedimiento inicial de lectura reflexiva de los datos.
Así se definieron categorías y subcategorías previas y se elaboraron unidades de significado generales. Seleccionando y agrupando las más relevantes a partir de relecturas intencionales donde se elaboraron epígrafes y se agruparon significados comunes para la interpretación de la experiencia de entrevistas virtuales.
Para un análisis exhaustivo con sustento científico se utilizó el programa ATLAS TI 9 que con la carga de las entrevistas, se seleccionaron citas, se detectaron códigos previamente estudiados desde la categorización realizada, se dispuso la codificación y decodificación basada en las categorías iniciales deducidas de las unidades de significado, se relacionaron e interrelacionaron en las familias y posteriormente se conformaron redes para la interpretación y análisis cualitativo pretendido.
La sublime entrevista presencial
La práctica cotidiana de intervención se centra en valorar y acompañar técnicamente procesos de posibles vinculaciones de niñes y adolescentes con referentes no convivientes, en casos que por distintos motivos se encuentran suspendidos.
Si bien el objetivo institucional de la disciplina es responder a las demandas de los órganos requirentes, como profesionales es abordar a las familias y las personas para buscar una solución a los conflictos, uno de ellos es el régimen comunicacional, y a través de las evaluaciones interdisciplinarias cuidadosas y respetuosas, favorecer instancias de reflexión y propiciar cambios. Para ello, en el plano familiar y socio-afectivo con el que trabajamos, las figuras destacadas son les niñes y adolescentes y como fondo les adultes. De estos procesos se vierten luego informes a los Juzgados quienes desde el aporte de las disciplinas del trabajo social y la psicología pueden tomar decisiones jurídicas adecuadas para la organización y límites de ser necesarios para las familias.
La respuesta está dirigida así a las personas que esperan de nuestras ciencias un aporte que se aprecia como alternativa para abordar conflictos que con la sola intervención jurídica en sí misma resulta incompleta, pues la suma de otros saberes permite el acceso a la realidad integral y compleja de las familias.
El diseño de intervenciones interdisciplinarias en el ETIRC pre-pandemia partía en primera instancia de entrevistas en sede y/o domiciliarias como método de evaluación y de abordaje integral a las familias, con la posibilidad de incluir encuentros en cámara Gesell como herramienta de intervención de existir condiciones de posibilidades, siendo este el lugar que se pensaba como el adecuado para trabajar las “vinculaciones” en procesos conflictivos. Antecedentes de estudios sostienen que los procesos comunicacionales que se dan en esos espacios son significativos para el abordaje y resolución de los conflictos que nos ocupan. Todas estas herramientas se encuentran resentidas en su disponibilidad a partir del advenimiento de la problemática sanitaria mundial.
Una transformación acelerada a la virtualidad
Las formas de intervención tradicionales requirieron de una sustancial modificación en su modalidad, debiendo tanto profesionales como les sujetes de intervención adecuarse con gran esfuerzo a las modalidades virtuales para facilitar el acceso a la justicia.
El inicio fue de incertidumbre, desconcierto frente a lo desconocido como práctica profesional, inseguridad en la fiabilidad del método, desconfianza en la sustentabilidad y alcance de los medios tecnológicos lo que demandó y demanda gran exigencia para el conjunto de les involucrades. Era necesario, urgente e inminente reformular las prácticas estandarizadas y reconocidas con valor científico para abordar a las familias que de igual manera llegaban a la justicia buscando respuestas.
Lo cierto es que hubo un momento de “pausa” inicial y se requirió de un proceso adaptativo, quizás no para una continuidad, sino que de cierta ruptura con lo anterior para poder transformar la manera de intervenir. Un pesar psíquico se sintió en todes aceptando que algo se había perdido y no se podía recuperar tal como estaba concebido. Ese proceso dio lugar a pensar que ya no se trataba de un paréntesis sino de un nuevo comienzo que permitió otro proceso con nuevos planes ajustados a las posibilidades y permitir transformar el deseo.
Resistencias surgieron desde el carácter irreemplazable de las entrevistas presenciales a través de un razonamiento que quedó advenido en lo antiguo. Resistencias de anteponer la presencia real a la mediación virtual, donde lo presencial parecía ser el garante de una actuación con rigor científico frente a una modalidad inédita, con nula indagación, aunque en este escenario una “rigurosidad” podía hundirnos a una realidad aún más paralizante.
La adaptación fue paulatina, pero a paso acelerado. Se pudo reconocer en los debates al interior las limitaciones y las facilidades que brindaron las tecnologías audiovisuales a través de aplicaciones para acercarse a las familias en su contexto.
Se fue transformando en la base del conocimiento, trayectorias y prácticas previas, construyendo un nuevo modelo de intervención que se reformula constantemente de manera flexible, pero con el mayor rigor científico posible y en permanente labor epistémica, para seguir dando respuestas a las familias que necesitan del espacio.
Por momentos estas modalidades inéditas entraron en tensión con las construcciones previas, con las familias y con les profesionales, en los modos con que se pretendía intervenir mediante la virtualidad que se impuso de manera tan drástica y abrupta que apenas hemos tenido tiempo de llegar a subjetivarla.
Las personas se comunican hoy de muchas maneras, con otros instrumentos y necesariamente debemos utilizar esos mismos instrumentos, entenderlos como parte del contexto en el que se realizó la intervención dando cuenta de ello en los dictámenes.
Los encuadres en la virtualidad
Los elementos expresivos de uso popular hoy están al alcance de una gran parte de la población, pero no toda por las diversas realidades socioeconómicas. Las personas fueron adquiriendo de manera desigual capacidad de manejo de dispositivos, muchas exponen al público sus contenidos biográficos y tienen predisposición a las pantallas donde colocan la subjetividad de sus propias vidas en el centro de la escena pública.
La civilización digital está transformando las formas de pensar y las relaciones sociales, así es posible madurar introducir las EV a personas que están invadidas por esos mismos medios electrónicos y que los usan como recurso expresivo, de inclusión e interacción.
Con un enfoque clínico muy distinto a la praxis pericial, resultó una guía de orientación “Las recomendaciones de buenas prácticas mediante la utilización de TICS (Tecnologías de la Información y la comunicación)” de FEPRA (Código de FEPRA, 2013) y la “Guía de sugerencias para la realización de evaluaciones psicotécnicas” del Colegio de Psicólogas y Psicólogos de Córdoba, FePRA, APA y otras organizaciones.
Bleger, Lunazzi, Liporace, Garrido, Ackeman y Casullo, entre tantos, aportaron conceptualizaciones de carácter científico, redundados en fundamentaciones epistémicas y metodologías basadas en la interacción presencial, pero sin dudas ninguno de ellos vislumbraba en esos momentos de la historia la posibilidad de la virtualidad como otro modo de entrevista que requiere de una reformulación y resignificación.
El encuadre es un conjunto de normas –sistema de reglas– explicitado en un tiempo y lugar determinado (Bleger, 1973) y cumple la función básica de sostén y continencia que permite un máximo de utilidad y un mínimo de interferencias en el trabajo. Nace de un esquema conceptual, referencial y operativo con un propósito que es la realización de la labor pericial. Se ofrece como un marco que brinda seguridad, produciendo esa asunción de reglas efectos concretos de subjetivación.
Fue necesario desarmar la estructura preconcebida del encuadre, propiciar un pasaje de lo sentencioso hacia la flexibilidad, movilidad y permeabilidad del mismo. Esta rigurosidad se asocia a los rituales de entrevista presencial que se ordenan alrededor de una práctica asociada a un modelo de formación médica. Les profesionales nos formamos con la premisa de “no revictimizar” y a veces a nuestra herramienta de abordaje se siente como posible desorganizador en casos de violencias y abuso, con las EV también corren las mismas normas.
Así se promovió un primer contacto telefónico para valorar las condiciones y posibilidades de las personas para realizar una EV. En esa preentrevista se regula un encuadre organizador que implica delimitar y enmarcar para evitar la desorganización, especificando pautas explícitas de duración, horario, modalidad, lugar y espacio de mejores condiciones de privacidad e intimidad además de los aspectos funcionales, que hacen a la definición de roles y tarea. Aquí se agrega el acuerdo de los medios tecnológicos a utilizar en función de las posibilidades y acceso a las TIC que disponen las personas. Quien se ocupa es el profesional, soporte esencial para la direccionalidad, estrategia, táctica y logística. Sin embargo en la EV estas acciones de regulación y soporte, a diferencia del encuadre en la presencialidad, pasan a ser también tarea de les entrevistades.
Las expectativas de privacidad a veces no coinciden con las que consideramos necesarias para un encuadre. Esto se problematiza y no tienen una respuesta única para las personas que entrevistamos y se resuelve en lo ético del caso a caso, desde el consentimiento del otro y con respuestas variables. Fue salirse de las convenciones predeterminadas, la creatividad es conjunta para establecer las entrevistas y no excluir a las personas del acceso a la justicia.
Las limitaciones sentidas pueden devenir de un pensamiento ingenuo de pretender una utópica completud de ver con tantísima claridad, o en la neblina, de un supuesto rigor. Se trata de desvanecerla con esclarecer el contexto en el que se realizaba para salvar ese momento crítico y restablecerse para resignificar la praxis.
Freud decía que gobernar, como curar y educar, son tareas “imposibles” –cuestión que en la actualidad se visualiza–, aludiendo al hecho que ninguna de ellas dispone de un manual de instrucciones, ni es totalmente previsible, ni controlable, y que para lograr disfrutar de algo hay que renunciar a un TODO.
Ampliar la entrevista es posible, pues hay distintas clases de entrevistas. La brecha digital existe pero no podíamos quedarnos en el apego cegador a ciertos procedimientos que debíamos necesariamente reformular.
No existen manuales de instrucciones precisos del qué hacer frente a cualquier dificultad, más aún en un régimen comunicacional con el uso del dispositivo cámara Gesell donde, con un gran margen de maniobras no escritas ni decididas, las familias organizan de acuerdo a sus propias formas de relacionarse y características. Sin embargo necesitamos arriesgar en ellas un acto para el cual no hay garantías, algunas veces funciona y otras no. En estas intervenciones esto se vivencia con mayor frecuencia y no se puede tener precisión de lo que se pone en juego allí, en ese intercambio del saber hacer de cada une alejado de lo automático de la repetición de lo ya sabido. En las EV pasa algo similar, pero brinda la oportunidad de hacer algo frente al vacío y hasta de inventar creativamente en un camino de construcción. Como decía Lacan, tal vez sea un camino de encontrar “la fuerza viva de la intervención”.
Se trató de deconstruir lo naturalizado de las entrevistas presenciales para permitir operar en el desarrollo, la creatividad, el cambio y la transformación, en proyectos superadores de EV. Es ser parte de un conflicto, tomando asimismo los conflictos como objeto y a la vez como herramientas para resolver y permitir convertir los dilemas en problemas dialécticos para avanzar.
En el ámbito jurídico es más difícil que el clínico sencillo. Desde acceder a los datos en expedientes, hasta el acceso a las TIC, un sistema judicial no adecuado y la falta de alfabetización en la virtualidad con dificultades en la conectividad de ambos lados de la pantalla, el resguardo de las privacidades en un ámbito donde circulan las hostilidades, las carencias de recursos y herramientas incluso de les profesionales que no fuimos provistos por el empleador.
La observación y la escucha son nuestras habilidades más desarrolladas y se maximizaron para propiciar las intervenciones. Son nuestro arte y oficio y como buenos observadores podemos realizar conjeturas todo el tiempo y también modificarlas.
Las EV invocan un factor sorpresa como cualquier otra contingencia de la vida misma, pero nos interpela a acogerla y confiar en las propias inventivas más allá de que tome forma de conformidad en lo sentido como impuesto por el contexto.
Lo disruptivo de la situación propia fue “el encuadre”, que se adaptó a un encuadre doméstico, donde la privacidad se rige como vector, pero puede ser invadida por lo cotidiano de las vidas de las personas, muchas veces precarias. Se transformó en doméstico desde ambos lados de la pantalla, porque la tarea la realizábamos muchas veces desde nuestros hogares, no sin perjuicio de nuestra privacidad y precariedades.
Se resuelve así un “encuadre virtual” que funciona como dispositivo de fondo sobre el cual emerge como figura todo el acontecer de la EV, lo procesual, variable, dinámico y móvil. El encuadre en general cuando funciona y se regula es mudo, no se nota, pues actúa como un telón de fondo. Pero frecuentemente en la virtualidad, pasa a ser figura y gira la atención más al dispositivo que al proceso de subjetivación de la entrevista y requiere en la vicisitud, entonces, promover las condiciones para restablecerlo.
Las interferencias externas del medio y entorno doméstico de les entrevistades se hacen visibles y se hacen figura. En la construcción del entorno remoto se sugiere que sea cuidado y privado, pero el entorno de convivencia suele tensionar y condicionar el acto como las niñeces curiosas que rondan el espacio, otres adultes que supervisan –y hasta a veces obstruyen– la comunicación espontanea. Es entonces cuando la intervención técnica se hace necesaria para promover mejores condiciones e incluso en otro momento de entrevista cuidada y respetada en su privacidad.
El entorno doméstico parte del encuadre, es como un estar allí, en la escena cotidiana organizada para la EV, que facilita el ingreso a un espacio simbólico del otro. Se pueden observar cuestiones específicas y concretas que se van entrelazando con el discurso y ambiente privado de las personas y el entramado familiar. Vista así, la EV cuenta con algunos privilegios de incluir lecturas e interpretaciones desde la singularidad del espacio doméstico, que habla desde lo simbólico y otras desde lo concreto (la habitación, el comedor, la vereda, el patio, lo familiar).
En conclusión, se conjuga la coexistencia de tres encuadres, un “encuadre jurídico” de fondo, con un “encuadre virtual” articulado (o desarticulado) al mismo tiempo con la realidad misma de un “encuadre doméstico”.
El reto del acceso a las TIC
Para iniciar el análisis de las categorías registradas en la investigación, las TIC requirieron de especial atención. Desde su existencia han generado un cambio significativo en la organización social y productiva de la vida de las personas y con la pandemia más. La posibilidad de conectividad y herramientas se distribuyen de manera desigual dependiendo de la ubicación geográfica, condiciones socio-económicas, culturales y el género.
El acceso desigual a las TIC tiene su impacto en la intervención judicial a través de la virtualidad y la posibilidad de acceso a la justicia. Pues se trata de un amplio sector de la población quiénes se encuentran excluidos entre los paréntesis del silencio en las comunicaciones, sin alfabetización para su uso y con aparatos obsoletos.
La EV cuenta con algunos privilegios de incluir lecturas e interpretaciones desde la singularidad del espacio doméstico, que habla desde lo simbólico y otras desde lo concreto (la habitación, el comedor, la vereda, el patio, lo familiar).
La virtualidad como espacio social sin territorio, se presenta como una nueva realidad de la que no todes forman parte y en la que los cuerpos / las cuerpas no se encuentran, no se tocan, ni comparten la copresencialidad física pero sí virtual, rompiendo la barrera de los cuerpos y de las distancias geográficas, pudiendo en un mismo momento interactuar personas de diferentes lugares y regiones. Las relaciones sociales se sostienen y construyen en el ciberespacio, donde la frontera es la conectividad, el acceso a equipamientos y a una alfabetización tecnológica (Soldevila; Ortolanis, 2021).
“No conocía para nada, a mis hijas las llamaban por WhatsApp. El wifi en ese momento era compartido con una vecina por eso me iba al patio o en la entrada de la casa, en la vereda.”
De la muestra, tres hombres y una mujer, contaban con herramientas y conectividad estable que permitían una comunicación sustentable. También eran quienes tienen inserción al mercado laboral estable y con formación universitaria.
Las otras seis personas no contaban con herramientas y/o conectividad propia o estable. Algunas solo con datos y otras accedían de manera compartida con otros miembros de la familia o comunidad mediata, en su mayoría mujeres y un hombre que vivía, al igual que una de las mujeres, en una zona rural del interior provincial con escasa señal.
“Yo tengo el celular mío no más, es el único que teníamos en ese momento. No conocía sinceramente cuando me hicieron descargar la aplicación, ni idea. El wifi es de la casa de mi mamá que es jubilada”.
Estas mujeres en condiciones de vulnerabilidad socio-económicas pertenecientes al sector de organización social de la pobreza (Jelin, 1986), sectores medios empobrecidos o nuevos pobres, incorporados a la cultura del trabajo, compartían viviendas con familiares, mujeres, niñez y adultes mayores. Se deduce que el desigual acceso a las TIC y su alfabetización se asocian a las condiciones socio-económicas y al género donde las desigualdades sexo-genéricas quedaron al desnudo.
Las evaluaciones, en el marco de causas judiciales en Familia, en conflictos por regímenes comunicacionales, cuentan generalmente con antecedentes en otros fueros como Penal y Niñez, Juventud, Violencia Familiar y de Género (en su gran mayoría con denuncias previas de diferentes formas de violencias). Conllevan así sentimientos de incertidumbre y ansiedad al que se agrega un entorno disruptivo (Benyakar, M., 2006). Es preciso considerar que quienes se someten a un proceso de evaluación en este marco se le movilizan, incrementan y potencian ansiedades e incertidumbres, produciendo malestar psíquico, obligando a les profesionales a despejar las diversas variables que se conjugan: las que son propias de cada sujeto, de las propias de la situación de evaluación, de aquellas que se producen por el contexto de pandemia y las que son producto del uso de las TIC.
“Me llamó la atención de que fuera virtual. Yo he perdido lo que es el uso de la computación y cuando me dijeron no sabía cómo bajar, ni el consentimiento. Y me acuerdo clarito que me largué a llorar porque le tuve que pedir a una amiga que me ayudara, porque no podía. Le dije no puedo…! No tenía noción de nada… Sinceramente a mí me resultó un poco cómodo la virtual, porque a mí me resulta un poco difícil con el tema pandemia, cómo me iba acomodar con los chicos, quién me los cuidaba, fue como incómodo por el internet. Eso me resultó incómodo”.
La incertidumbre implica cierto nivel de angustia pero no todas las personas están dispuestas o pueden soportarla. Producir, hacer, intervenir, compartir en el lugar de la angustia, muchas veces alivia el malestar, aunque no alcance para eliminarla, y se trató de intentar convivir tanto con los temores y la incertidumbre del acto.
Entrevistas virtuales, desafío de “sentidos”
Los sentimientos y emociones emergentes son las claves del mundo interno de las personas y lo realmente significativo en sus vidas, por lo que configuraron categorías de análisis en la investigación por su repercusiones en las EV.
Las emociones en su carácter de reacciones psicofisiológicas que ocurren de manera espontánea y automática en las personas. Por su parte los sentimientos son las interpretaciones que las personas realizan de esas emociones, y se pueden regular mediante los pensamientos que van surgiendo a lo largo del proceso de entrevistas y ambas se demuestran a través de muchos aspectos entrelazados entre sí.
La ansiedad e incomodidad aparecen no detalladas más allá de lo que conlleva en sí misma la evaluación en el ámbito jurídico, donde se esperan resultados posteriores en pos de resolver conflictos que involucran aspectos desestabilizantes de sus vidas y posiblemente traumáticos. Sin embargo se detalla su aparición a sus experiencias de estar frente a la pantalla.
Valoraciones de la experiencia con sentimientos y emociones negativas fluyeron en una proporción significativa, asociadas a la comunicación no verbal y la carencia de contacto físico presente, el lenguaje corporal, gestual y la mirada, “falta de calidez o fría”, lo que podría estar relacionado así mismo a la empatía que, infieren, devienen del contacto presencial y la “falta de calidez o frialdad” sentida cuando media una pantalla como obstáculo con la distancia física en la comunicación.
Las manifestaciones de temor, soledad, angustia o falta de contención son de quienes, al momento de las EV, evidenciaron mayor indicador de vulnerabilidad, víctimas de violencia de género, físico, psicológico y sexual. En entrevistas presenciales están presentes y en la mayoría de la casuística judicial y requieren de gran cuidado, más en las EV donde no todes pueden tolerarla.
Es imprescindible valorar aquí la labor de les profesionales en los equipos técnicos, que más allá del entrenamiento pericial y la valoración diagnóstica, abordamos a personas atravesadas por situaciones muy sensibles, críticas y complejas donde necesitan un tratamiento desde la contención empática y el acompañamiento, tal vez como única una instancia humanizada en los proceso judiciales.
“No sé si será que estaba sola en la casa, me sentí sola. Me sentí sola, no me sentí contenida y hubo algo que yo sinceramente no iba a decir, yo dejé de ir al psicólogo porque no lo puedo pagar. Y me sentí sola, me puso mal, pensé me habla la psicóloga y no tengo con quién hablar, con quién me descargo. Me iba al baño para llorar, estaban los chicos allí y no quería que vieran. Si hubiera estado en tribunales hubiera podido llorar en el camino, cuando saliera de allí y mis hijos no me verían llorar. Fue un poquito complicado en ese sentido”.
La distancia de los cuerpos parecen dimensionarse en las EV, donde la expresión limitada remite a la sensación de distancia con el otro por mediar una pantalla, reduciendo la posibilidad de expresión espontánea y contacto, que reduce la cualidad de calidez ante el cuerpo desaparecido con la ausencia de comunicación no verbal como la más sostenida como limitante en los relatos (lenguaje corporal, semblanza, la mirada, los gestos). El rostro ocupa el encuadre de observación y con la pantalla mediante, se pierde significativamente elevando la sensación de incomodidad e inseguridad, unida con fuerza al temor de no ser bien comprendidos o entendidos.
La observación no es en las entrevistas un proceso unilateral. Las personas se sienten escuchadas o comprendidas y la comunicación se torna abierta si logran relacionarse y observar al observador.
“Lo que veo desfavorable de la entrevista virtual, que el contacto así es muy frío. Aparte hay que tener en cuenta otras cosas, otros factores, si hay conectividad de los dos lados, no puedo ver las expresiones de con quién estoy hablando, todo esos gestos, la mirada y la semblanza”.
El lenguaje corporal forma parte de una Gestalt comunicacional limitado por la pantalla, que solo enfoca el rostro y en las afluencias e interacciones analizadas aparece la ausencia de ese otro cuerpo como limitante concreto y subjetivo. Levinas sostiene que “el rostro y el discurso están ligados, pues el rostro habla, y es esto lo que vuelve posible y lo que inicia el discurso”. (Butler, 2004)
“Capaz que se quede Ud. como será este chico, alto flaco no sé, lo mirará bien? Tiene alguna dificultad? Cómo está vestido, me parece que todo eso hace a la entrevista y falta”.
La calidad visual afecta el registro gestual del otro y provoca inseguridad, ansiedad, incomodidad e incertidumbre, pues son indicadores expresivos que les entrevistades y nosotres observamos y también realizamos lecturas e interpretaciones a partir del rostro, la mirada y el gesto, pues todes reconocemos su potencial comunicacional en la interacción y suelen revelar más hábitos inconscientes que las palabras.
La gestualidad es compleja y muestra implicancias emocionales y su significado puede ser más claro en el contexto total de la conducta, pues un gesto no dice por sí solo, está acompañado de la palabra y la conducta para un conjunto de contenidos que simboliza.
La pantalla como cuadro, donde el cuerpo no aparece en el plano de la vista, es enunciado como sentí-pensar y nudo de impedimento para alcanzar una relación auténticamente dialógica. Rita Segato habla de dos impedimentos, el primero porque las formaciones imaginarias son, por definición, no pasibles de ser sometidas a prueba, desde que del otro lado no ofrece resistencia. Y lo segundo porque requieren de un tiempo más largo de procesamiento que los intercambios cara a cara, lo que implica que resulta más económico acabar prescindiendo del interlocutor como una realidad separada, externa… El monitor o la pantalla es, así, un espejo donde la alteridad es solo un espejismo. La alteridad se trata de una escena netamente narcisista. El cuerpo, el mero bulto, el obstáculo físico que este interpone, como índice de alteridad. Asevera tiene que ser un cuerpo. Él, por sí mismo, es el significante de la otredad por excelencia. Por su mera presencia contigua ya impone un desafío, una incomodidad, un esfuerzo para el sujeto y su opacidad inmediata indica en la comunicación la imposibilidad misma de la alteridad. El cuerpo del otro es la encarnación misma del principio de realidad, el ancla que torna al diálogo posible. (Segato, 2010, pp168, 169)
El uso de dispositivos implica la propia imagen, como una escena netamente narcisista, como espejo, con la imagen del otre mas fija, con cierta rigidez, a veces congelada, entrecortada o desconectada. Se desdibujan otros recursos expresivos, el cuerpo desaparece, se pierden muchas los semblantes, los cambios de ritmo y los silencios. Hay cosas que no se transmiten a través de la pantalla y nos fijamos a ella como intentado captar la multiplicidad de estímulos, intentando reducir la incertidumbre de la distancia de los sujetos, de los cuerpos.
La expresión facial es lo más observado en la interacción con otre y junto con las palabras son la forma de presentarse en lo cotidiano y a través de una pantalla. Es posible advertir el estado de ánimo en el rostro y distinguir las emociones fuertes como la angustia, la alegría, el enfado, visibles en el rostro como muchas emociones y sentimientos. En las EV esta posibilidad es menos clara, menos nítida y precaria desde ambos lados. Es preciso intervenir para determinar y aclarar el significado real de estos modos de reaccionar para las personas. Esto, desde la perspectiva de les entrevistades, no es tan sencillo ni posible por la asimetría frente a les profesionales y generan mayor ansiedad e incertidumbre si consideramos que la entrevista cuenta con una carga simbólica de ser un hecho inédito en sus vidas que la puede cambiar.
“Para mí es distinto lo virtual y lo presencial, porque lo efectivo es tener contacto con la otra persona, los ojos, la mirada, las caras en la videollamada deja distancia al mirarse a los ojos, a la cara eso para mí es mejor la presencialidad. Se pierde una parte”.
Butler en su obra Vida Precaria considera al “rostro desde la noción que introdujo Emmanuel Levinas para explicar el modo como somos interpelados moralmente, el modo como el otro nos demanda moralmente –una apelación moral que no pedimos ni somos libres de rechazar. El ‘rostro’ de lo que Levinas denomina el Otro” hace una demanda ética aunque no sabemos bien qué nos demanda. El rostro del otro no puede ser leído buscando un sentido secreto, y el imperativo que transmite no es inmediatamente traducible a una prescripción que pueda formularse lingüísticamente y cumplirse. Levinas escribe que la proximidad del rostro es el modo de responsabilidad más básico. (Butler, 2004)
Es posible inferir que lo presencial no se reduce al cuerpo físico, sino que mucho más a cómo se trasmite entonces la responsabilidad, el compromiso o la solidaridad sin poner el cuerpo, cómo contener, cómo analizar, cómo curar. La virtualidad interpela así lo ético de quienes operamos generando impactos inconmensurables en la vida de los otres.
La voz es una de las cualidades más valoradas como modo de expresión de los conflictos y cobra dimensión superlativa en la interacción por las EV para comprender y hacerse comprender. Todas las cualidades del habla acompañan el contenido verbal propio de los relatos. En las narrativas, las personas proyectan con las palabras sus sentires desde lo dramático hasta lo agresivo de las palabras pronunciadas en sus tonalidades y matices. Las enfatizaciones, el ritmo y las características de lo que desean transmitir acerca de lo que se aborda y que pocas veces tienen la oportunidad de ser expresadas y escuchadas. (Van Dunsen, 2003)
Pero con ella sola no alcanza y aquí el rostro muestra una característica emocional y tal vez la más dramática, por eso el observar resulta imprescindible. Cuando las personas logran en la comunicación ligar el rostro, la imagen, la voz, el audio y los sentimientos con el significado que estos tienen para ellos pueden acceder a un alivio que en las EV se propicia pero no alcanza. La entrevista tiene una transcendencia que supera el hecho de lo meramente evaluativo en una intervención que es más compleja y trae consigo una enorme carga emocional que muchas veces desorganiza a las personas.
Verse y escucharse adquiere sentido a partir de la vocalización de la pena, así no habría sentido de la precariedad de la vida. El rostro sirve de soporte de la voz, es la inconmensurabilidad del rostro respecto de lo que representa. Estrictamente hablando, el rostro no representa entonces nada, en el sentido que no logra captar y transmitir aquello a lo que se refiere, a lo que se quiere decir. (Butler, 2004)
Las EV tuvieron aceptación como modo de manifestación, de autorepresentación y de escucha, donde algunes lograron acuerdos o un principio de ordenamiento en las dinámicas relacionales que hasta el momento de las entrevistas no fueron posibles.
“No me quedaron cosas por decir. Me sentí más escuchada que nunca, a pesar de la pantalla me sentí contenida. Yo les dije a mi amiga es la primera vez sinceramente señora de todos los años que venimos con estas cosas, de los 2 o 3 años que venimos con esto, es la primera vez que yo me sentí escuchada. Hubo muchas veces que me preguntaron cómo fue la violación, cómo fue, cómo quedó paso por paso.”
Se desdibujan otros recursos expresivos, el cuerpo desaparece, se pierden los semblantes, los cambios de ritmo y los silencios. Hay cosas que no se transmiten a través de la pantalla.
“Me sentía como una tonta diciéndole a una pared una y otra vez lo mismo. Pero esta vez yo hablaba y me contestaba, y me decían. Lo claro que me hablaba la psicóloga, lo bien que me hablaba la psicóloga. Uds. anotaban, yo me sentí escuchada, es la primera vez que me sentí escuchada.”
Otres no recibieron resolución judicial alguna y sin embargo realizan valoraciones satisfactorias del proceso de EV. También realizaron valoraciones positivas aun con informes desfavorables en algunos puntos donde se incomodaron con lo vertido.
Entonces resulta interesante analizar cuáles son los aspectos valorados como satisfactorios de estos procesos de intervenciones técnicas con una herramienta desconocida hasta el momento, siendo llamativo que no obstante los informes y la ausencia de respuestas jurídicas, las personas realizaron significativas valoraciones satisfactorias de las EV.
“Agradecerles a uds. dos porque la parte de la entrevista fue muy ameno el diálogo, me sentí muy cómodo con uds. Fue más de lo que esperaba. En la parte humana, en la parte profesional también. O sea la verdad es que esperaba algo más frío, pero bueno, con el informe hubo cosas que no me parecían pero bueno es así, más allá del régimen…”
La escucha, la regla transformada en desafío
La escucha, atenta, activa y abierta se relaciona a la comodidad y la posibilidad de expresión de relatos e historias que se narran y encuentran la posibilidad darle voz, en conflictos que tratan de encontrar en la justicia una respuesta que organice en el caos de las relaciones atravesadas por diferentes formas de violencias. Los contactos más agradables son aquellos que adquieren cierta profundización, donde lo humanizado se despliega real aunque sea a través de una pantalla.
Ver y escuchar al otro, desde un clima de escucha activa y abierta en una interacción empática de comprensión, despliega la posibilidad de expresión que en otros contextos es limitada. El que es visto y escuchado se siente generalmente bien y comprendido, cada respuesta de quien observa y escucha se acerca de una manera más real a la situación de la persona puede leer la intervención con una proximidad.
El “Ser escuchades” tiene valor superlativo, la circulación de la voz como herramienta de interacción, aparece como un hito en un espacio judicial de la palabra escrita, de expedientes, de audiencias con espacios reducidos para la voz.
El “Ser escuchades” tiene valor superlativo, la circulación de la voz como herramienta de interacción, aparece como un hito en un espacio judicial de la palabra escrita, de expedientes, de audiencias con espacios reducidos para la voz.
“Pude porque más allá de la virtualidad, se me respetaron los tiempos, eso me parece importante y diríamos que la modalidad de entrevista no cambie la esencia y la necesidad del entrevistado.”
La percepción empática del otro para comprender no es tan sencilla pantalla mediante, pero tampoco imposible. La comprensión empática facilita la comunicación y favorece una disposición a abrirse y mostrarse en niveles un poco más profundos pese al común retaceo o hermetismo en les periciades que intentan no mostrar, otros sin embargo quieren mostrar, pero eso sí que ninguno de ellos está en el acto por deseo o elección abierta, están por mandato, muy distinto al espacio elegido de una psicoterapia.
Quien produce una interlocución empática otorga la posibilidad de mostrar la intención de comprender al otro en su conflicto y la interacción se torna más cálida, flexible y amable. Aumentan las posibilidades de confianza y expresión de emociones y despliegue de aspectos íntimos de las personas en situaciones complejas y ansiógenas.
La habilidad de la escucha suma a la visión del otro y del espacio como fuente de información tan o más confiable como la escucha misma. La visión del otro en las EV es limitada y pues entonces requiere que se redoblen esfuerzos en los tonos, en su rostro, gestos y detalles. Se pone en juego todo un dispositivo integrado de atención, de escucha activa y abierta que el otro registra pues nos observa e intenta interpretar de esa percepción.
“No tiene el mismo efecto, capaz que no. La satisfacción fue que esta vez me escucharon y sin embargo en las otras que fueron presenciales sentí que no me dieron solución. Sentí que me daban respuesta del otro lado, tranquilidad. Me dijeron vamos hacer esto, vamos a seguir así, me sentí súper escuchada.”
El espacio donde poner la voz y ser escuchada no debería ser un privilegio y en la entrevista se conjuga como herramienta que permite explayar sobre su “verdad” que se escucha allí, donde en otro lado sienten que lo “de ellos” en la justicia no se oye, no se acoge. Esto va generalmente más allá de una queja, siempre relativa. Parece necesario un algo más que dé lugar a la singularidad de las personas, (que no es individualizar) sino poner voz a lo nuevo, lo no sabido, las emociones y el sufrimiento psíquico que se concretiza a partir de un otro que atienda, escuche y acoja más allá de lo escrito.
“Me sentí bien me sentí escuchada, yo la verdad o sea que en ese momento me sentí cómoda, aparte las profesionales me hicieron sentir cómoda.”
El sistema judicial vehiculizado por la palabra escrita y escrutada por abogades, tipeada en expedientes y que más allá del rigor de la ley o el orden que se pretende, se repliegan en una distancia que así parece ser muy real para las personas. Desde la entrevista cara a cara (mediando pantalla o no), con profesionales donde la escucha tiene un sentido, un valor, desde los interrogantes que organizan y sostienen una conversación importante de cada lado de lo que no sabemos, encuentran la singularidad en la anomia de ser una causa más y pasa a ser una manera de simbolizar el trato humanizado.
“Obviamente que a uno le importa poder expresarse humanamente, lamentablemente por este problema que estamos pasando todos, es como que es medio complicado, pero hay que adaptarse a esta modalidad.”
Las EV muestran haber tenido una aceptación, receptividad y reconocimiento como herramienta para resolver los conflictos pese a las limitaciones de la distancia corporal, de no compartir la presencialidad física los cuerpos en el mismo espacio, pero sí desde un espacio de escucha virtual.
“Se pierde una parte con la virtualidad. Lo bueno es que no tuve que viajar a Córdoba y lo hice por video llamada, y el resultado fue bueno porque pude hacer con eso el acuerdo.”
Cuando analizamos los modos más comunes de pensar la humanización y la deshumanización, partimos del supuesto de que los que gozan de representación, especialmente autorepresentación, tienen más probabilidad de ser humanizados, y quienes no tienen la oportunidad de representarse corren mayores riesgos de ser tratados como menos que humanos, o directamente no tomados en cuenta. (Butler, 2004, pp 176)
¿Pero porqué las preferencias se inclinan a las entrevistas presenciales? Parece así que nos estamos moviendo en un terreno claramente ambivalente frente a la representación o la autorepresentación desde el rostro y el discurso a través de las EV despojados del contacto físico y corporal que segrega una distancia del otro en la percepción.
El distanciamiento del acceso a la justicia
El duelo entendido en sus diferentes acepciones y sentidos, más allá de la connotación psicológica de pérdida, también desde expresiones negativas que se conectan a la ausencia de acceso a la justicia en su encuentro forzado con la virtualidad, en reclamos asociados la mayor parte a la falta de otras respuestas jurídicas.
“No tuve oportunidad de acceder a la justicia, estoy muy decepcionada porque la verdad es que no absolutamente nada, porque él no hizo nada tampoco… Y la verdad, como que la justicia no hizo nada por más que me mandaran al grupo de psicólogos y todo eso, como que yo no vi nada, para mí no sirvió. Ahí está la falla en el juzgado, no hicieron nada, yo lo siento como que no hacen nada, está dormido el caso.”
Sin embargo la respuesta obtenida para algunes fue a través de las EV en lo específico de régimen comunicacional, pero que curiosamente no asocian las EV como parte de una respuesta jurídica para resolver una parte del conflicto, las sienten un espacio distinto a su representación interna de la justicia.
“Sinceramente en la entrevista con uds. sí accedí a la justicia. Me dieron respuesta ahí y después, es la primera vez que me dan bolilla, que me escuchan. Sentía que antes no me entendían.”
La dilación o la ausencia de respuestas generan una visión negativa, más allá de que alguna persona no logró recibir una respuesta satisfactoria a sus pretensiones con relación al conflicto.
“Lo mío es más lento, nos sentimos desprotegidos, he hablado mucho por la cuota alimentaria que realmente no se van a los recibos de sueldo como corresponden y tengo mucha incertidumbre sobre eso! Es con la cuota, la última vez fui, tiene dos trabajos.”
El acceso a la justicia se experimenta restringido y arbitrario para quienes tienen recursos suficientes para afrontar un patrocinio particular de quienes no lo tienen y recurren al acompañamiento legal del Estado.
“No tuve oportunidad de acceder a la justicia, yo estoy muy decepcionada porque la verdad es que no sé absolutamente nada.”
Muchos de estos reclamos se asocian a cuotas de alimentos por parte de mujeres con hijes, niñes con discapacidad, donde las urgencias y necesidades se hacen mucho más apremiantes por las características de las situaciones que implican asimismo mayores responsabilidades de cuidados. Pues son estas familias en condiciones de vulnerabilidad quienes no han recibido respuesta jurídica. La mayoría de las mujeres entrevistadas por sus condiciones de vulnerabilidad cuentan con patrocinio gratuito proporcionado por el Poder Judicial.
“Desde la EV no sé nada ni como están las cosas. Yo tuve la última vez con uds. y después con más nadie. Tenés que pedir audiencia, sacar turno para hablar con la abogada y ya estoy cansada de repetir siempre lo mismo y no hacen nada. Hablé con la abogada accionando todas las cosas y sin respuestas. Todas estas cosas hay denuncias muy grosas, maltrato, golpes, agresiones y bueno todo denunciado con psicológicas y he tenido una respuesta judicial. Cuando fui con la abogada estaba con una actitud muy nerviosa. Estoy suspenso desde hace muchísimos años y no funciona desde hace mucho y defraudada en eso!”
Hay cuerpos que importan más que otros, al decir de Butler, quien refiere en su prefacio de Vida precaria acerca de las vulnerabilidades y de quienes logran acceder con calidad de sujetos a los derechos. No son sujetos protegidos por las leyes internacionales, no son sujetos en ningún sentido legal o normativo. Hay formas de distribución de la vulnerabilidad, formas diferenciales de reparto que hacen que algunas poblaciones estén más expuestas que otras a una violencia arbitraria. (Butler, 2003, pp. 14)
Las personas también percibieron que las EV exigen un cara a cara, de una presencia real y física dado que la pantalla no sería un límite en las vidas para construir los relatos cargados de emociones, sufrimientos, alegrías, afectos entre otras tantas sensaciones que se trasmiten. Facilitaron también una dinámica organizativa viable a las personas entrevistadas con hijes, enfermedades, distancias geográficas, escases de recursos económicos en las precariedades de sus vidas. Las EV les resolvió en una pequeña parte, pero significativa.
Las desigualdades preexistentes –las cuales se expresan en las familias, las organizaciones y los territorios— se hacen más visibles y se profundizan. No se transita de igual modo el aislamiento social preventivo en los espacios concretos de vida de todas las familias, como tampoco de cada une de sus miembres. La pandemia también desnuda las desigualdades sexo genéricas, generacionales, étnicas, de clase y el lugar central que ocupan en el desarrollo del trabajo de cuidado, en los espacios domésticos, las mujeres y cuerpos feminizados, en nuestras sociedades capitalistas hetero-patriarcales (Soldevila, Ortolanis, 2021)
La EV en mujeres sin recursos económicos para el traslado, sobrecargadas en los cuidados de otres y enfermas resolvió y otorgó una alternativa menos estresora que la concurrencia y riesgos de contagio, tan prioritario en ese momento como la urgencia misma del caso. Sin embargo allí donde urgía una respuesta jurídica, la justicia aún no resolvió ni remedió en su competencia.
Evangelina Dorola, en un compilado realizado por Giberti y Fernández, refiere a que en ninguno de los contextos sociales, ni en el del desarrollo ni en el de crisis, como tampoco en los sectores sociales con desigual nivel de ingresos, no hay indicios de transformaciones culturales, sino que por el contrario se mantiene el modelo cultural y se lo refuerza y consolida. Así se sostiene esa “violencia invisible” entendida como una naturalización de los roles asignados a las mujeres (o como la fijación de estas a sus roles adscriptos, que es su contracara) atraviesa verticalmente la estructura social y permanece, reproducida y profundizada, o adaptándose a los cambios socioeconómicos contextuales (Giberti, Fernández, 1985). La pandemia lo visibilizó, pero sigue en un silencio de respuesta del sistema judicial que es responsable de profundizar y reproducir estas violencias.
Esta superposición de actividades y responsabilidades en un mismo lugar; esta permanencia de diferentes miembres, generaciones, en el espacio geográfico de la vivienda –en muchos casos reducidos–; y esta concentración de responsabilidades –antes compartidas con otres en una o pocas personas, mayoritariamente mujeres–, estalla las cotidianidades sedimentadas a lo largo del tiempo. El cuidado de la salud emerge como una categoría centrada en el cuidado de “no contagiarse el Covid19”, quedando en suspenso las múltiples dimensiones que conforman el proceso de acceso a y resolución de la salud en un sentido integral. Y aquí agrego el acceso a la justicia como responsabilidad del Estado en su rol de actor fundamental, que tiene que impulsar políticas públicas y sociales, que aborden el derecho a cuidar y ser cuidado, evitando que recaiga solo como responsabilidad de los espacios domésticos y en ellos las mujeres. (Soldevila, Ortolanis, 2021)
Los encierros no han sido iguales para todes, en este punto debo agregar que el acceso a la justicia tampoco.
El valor de la escucha
¿Es posible una justicia en medio de tantas otras sorderas?
La pandemia nos interpeló a abordar la virtualidad como un canal con apertura en abanico, operando en el ámbito judicial y en otros como herramienta. Como profesionales y agentes del cambio social planificando, lograr que las EV operen como un verdadero garante de la existencia misma de cada situación que nos convoca parece un desafío actual para orientar mejores prácticas en los procesos periciales.
Puede pensarse a la EV como un dispositivo más, uno u otro, o ambos complementados de acuerdo a la tarea estipulada y las condiciones de posibilidades de les sujetes y las familias a intervenir, donde se destaque desde ya su dimensión de contrato como instituyente del acto pericial.
Me atrevo a pensar que es posible como facilitador, es otra forma de comunicación posible. Inicialmente se develaba un conflicto pero para realizar otras prácticas diferentes no lo era (comunicarse con amigos, transacciones bancarias, trámites digitales, reuniones familiares, consultas médicas, compras digitales entre tantas otras). Para las EV parecía que sí, como si fueran desapegadas del mundo social y de los contextos posibles en que vivimos.
Queda un proceso de seguir debatiendo y pensar qué hacer con las EV, de qué modo pueden ser parte de estrategias de intervención en el espectro de los regímenes comunicacionales, con las infancias que hoy tienen a la tecnología y las pantallas naturalizadas como parte de su vida desde que nacen. En esta investigación solo fueron incluidas las personas adultas. Queda un espacio vacío en silencio complejo de las voces de los NNA que son el eje de las intervenciones. Sus voces cuentan con limitados espacios de expresión y si bien ellos nos enseñan cómo utilizar las tecnologías, están limitadas las posibilidades para comunicarse en tribunales por la ausencia de garantías de privacidad en los espacios familiares con conflictos.
La mayoría de las personas experimentaron a las EV como satisfactorias, como una forma de resolver sus conflictos en familia. Otras sintieron al espacio como el de escucha y lo apreciaron como trato humanizado.
También la mayoría pensaron a la entrevista presencial como la forma elegida y en la densidad de la muestra aparecen las EV más dimensionada como insatisfactoria. La representación y autorepresentación es desde lo corporal vivo de las cercanías de los cuerpos, sin que esté mediado por otros, sus representantes en la justicia, pues son los modos en que funciona la representación en la relación con la humanización o deshumanización. (Butler, 2004)
Hace falta una práctica que incluya los cuerpos, el cara a cara y los tiempos propicios de la presencia. El cuerpo tiene una dimensión pública al decir de Butler y de autorepresentación. Las videollamadas, los protocolos, las fichas, todo eso son instrumentos útiles como esta investigación. Pero lo que importa es conseguir mantener una conversación alrededor de los interrogantes que suscita nuestra praxis, sea la que sea.
La presencia ayuda un poco más, porque hace más tolerable y sugestivo ese no “no saber”, convocarnos a todos alrededor del agujero del saber, tratando de inventar razones y reconociendo también las propuestas de las personas y las familias que atendemos o conversamos o intervenimos. Lo digital, en cambio, nos deja fijados a las imágenes y las pantallas, que son siempre un poco más hipnóticas y desisten sobre lo que (no) hay detrás. (Ubieto, 2020)
Muches sufren la percepción experiencial de no haber accedido a la justicia por la falta de respuesta, pero viven la EV como espacio de humanización y escucha porque de allí surge la singularización de sus vivencias. Estas representaciones de la justicia no son novedad.
Se deslizaron en las entrevistas de la investigación ciertos sentidos cercanos a una inconmensurable necesidad de socializar el sufrimiento desde la voz propia, puesta en la intervención a través de las EV, cobrando el espacio y la escucha un sentido y valor de respuesta en sí misma, como una soga de la que se agarran los psiquismos frente a las sorderas. ¿Es que acaso la sordera es parte de la política jurídica?
Entonces, condensada cuestión y desafío para el sistema judicial, como aparato del estado, propiciar espacios trasversales de discusión y debate, con el aporte de diferentes disciplinas en pos de comprender cómo abordar la complejidades del mundo, las vidas de todos y todas las personas, las familias y quien necesite transitar por el sistema judicial. Requiere de un verdadero trabajo democrático transdisciplinar integrado e inclusivo para una verdadera transformación profunda, que alcance a toda la población, donde se puedan reformular las prácticas y lógicas con las que hoy se administra la justicia. Las personas no comprenden las contradicciones, las intersecciones, las disonancias, los desacoples, las fragmentaciones y las disociaciones de un sistema tan complejo como inaccesible, sobre todo para los sectores más vulnerables de la sociedad.
Lo que hace que la vida valga la pena. A pesar de no venir del mismo lugar y no compartir la misma historia, tengo la sospecha de que es posible apelar a un “nosotros”, pues todos tenemos la noción de lo que significa haber perdido a alguien. La pérdida nos reúne a todos en un tenue “nosotros”. (Butler, 2004, pp 46)
La justicia y las personas que la formamos, somos parte activa y responsable de generar transformación social necesaria para que nadie quede excluido de derechos. Las herramientas legales están, pero tal como está organizado el sistema judicial parece ineficiente. Fueron los mismos protagonistas de esta investigación y la opinión pública quienes la experimentan inalcanzable y fuertemente arraigada a posturas conservadoras, hegemónicas, patriarcales, heteronormativas y resistentes a los desafiantes cambios sociales, sintiendo que la falta de acceso es una injusticia de ninguna manera justificable.
En todo este complejo contexto entre posturas, precariedades, pandemia, virtualidad ¿Se garantiza así una escucha activa? Así organizada la justicia ¿Qué alcance tienen esas voces y las escuchas posibles?
Desde nuestras disciplinas resulta imperativo interpelarnos lo ético, pensando el hecho de la entrevista como un huella significativa en la vida de las personas, que no se redime solo a la virtualidad desde una cierta laxitud que imprime la pantalla en el compromiso con el o la otra, pues son elles quienes vivencias luego las consecuencias con impacto directo en su vida, pues nuestros dictámenes cuentan con un peso insoslayable en el devenir de la vida de les sujetes.
Resulta imperativo también fortalecer las incumbencias de nuestro quehacer científico en el ámbito jurídico, muchas veces avasallante, imperativo y me atrevo a decirlo, violento. Este fortalecimiento es posible desde el sustento teórico que funda nuestra ciencia y es necesario para evitar que interfiera y extralimite lo jurídico en el abordaje singular para cada persona, para cada familia que son la esencia de nuestro trabajo profesional y que muchas veces se pierden invisibilizadas en la magnificencia del sistema judicial.
Es conveniente continuar explorando formas donde se entrelacen la presencia y la virtualidad, partiendo de que la presencia es entonces un punto de partida para cualquiera de las dos formas donde pueda concebirse como parte de un dispositivo, las EV como un artilugio más de intervención desde el respeto por las condiciones de posibilidades y privilegiando la escucha activa, abierta y cuidada.
El desafío será enfocar en lo esencial, que no se reduce a una conexión virtual sino que incluye a una presencialidad desde la modalidad virtual alternativa en la particular situación y condición de cada una de las familias.
Hoy se trata de buscar salidas colectivas en prácticas colaborativas en este ámbito jurídico, tratando de no caer en totalitarismos y resguardando la singularidad, para contribuir a los vínculos con los posibles aportes de cada uno y cada una. Para esto es necesario desde el respeto a la teoría, evitando caer en dogmatismos y radicalizaciones teóricas que suelen obturar una necesaria y suficiente flexibilidad, que permitan la creatividad y la posibilidad de un pensamiento inacabado que nutra y aporte a nuestras prácticas.
Es previsible vislumbrar un futuro de las intervenciones pos-pandemia desde una mixtura híbrida de entrevistas e intervenciones presenciales y virtuales, pero situando desde nuestra particularidad de intervención a la presencialidad en el encuentro de los cuerpos hablantes autorepresentades como línea irrenunciable.
Bibliografía